Okunoshima, la misteriosa Isla Conejo

Fotografía de Addy Cameron-Huff (Flickr)

En 1925 tiene lugar la firma el Protocolo de Ginebra, donde números países fueron participes, y en el cual se prohibía el uso de armas químicas en guerra, pero fabricarlas y almacenarlas no estaba prohibido.  Japón fue uno de estos países, el cual si decidió fabricar estas armas, ya que por investigaciones realizadas a E.E.U.U y Europa les habían confirmado que estos países las estaban fabricando y por precaución por si las usaban contra Japón decidieron también fabricarlas “por si acaso”.

Había que escoger un lugar el cual fuera lo más alejada posible de Tokio y cualquier área poblada, por seguridad ya que en caso de un posible desastre no causara daños a la población.

Después de buscar se decidió por la isla de Okunoshima ya que era lo bastante apartada y en la cual solo vivían tres familias de pescadores. Había que tener el proyecto en total silencio y secretismo y para ello el imperio japonés decidió borrar toda localización de la isla de los mapas. Una vez tomadas todas las posibles “precauciones” se inició la construcción de la planta en 1927 y terminándola en 1929.

Fotografía de GetHiroshima.com (Flickr)

En la isla existía un procesador de peces locales el cual aprovecharon para remodelarlo y construir un reactor de gas toxico. Los empleados contratados para esta “remodelación” los tenían engañados sobre la verdadera finalidad de la planta y estos creyeron que simplemente estaban ampliando el procesador de peces ni de lejos pensaban la macabro fin de dicha planta. Estos trabajadores sin saberlo estuvieron expuestos durante mucho tiempo al material toxico, con lo cual la mayoría de ellos desarrollaron enfermedades a consecuencia de esta exposición.

Hay documentos relacionados con la cantidad de gas producido, cifras que llegan a ser escandalosas, ya que se llegó a producir más de 6 kilotones de gas mostaza (causaba la muerte casi de inmediato) y gas lacrimógeno. Parte de este gas, Japón lo utilizo contra China en 1941 “segunda guerra mundial”.

Con el fin de la guerra en 1945, los documentos relativos a la planta fueron quemados, y las Fuerzas de Ocupación Aliadas se deshicieron del gas de diferentes maneras,  vertiéndolo al mar, quemándolo o enterrándolo, y a la gente que sabía con certeza lo que había sucedía se le pidió silencio absoluto. Varias décadas después, se aprobó una ayuda gubernamental para ayudar con el tratamiento médico de los trabajadores afectados por la exposición del gas, con lo que se decidió dar a conocer lo que allí se había realizado.

En 1988 Japón decide utilizar la isla como parque y construir el Museo del Gas Venenoso de Okunoshima y así mostrar a los visitantes los peligros de las armas químicas.

Fotografía de Addy Cameron-Huff (Flickr)

El día de la inauguración del parque y el museo se liberó cientos de conejos en memoria de los cientos de conejos que allí perecieron, ya que se dice que cientos de estos pequeños animales fueron utilizados para las investigaciones y probar la efectividad de los diferentes gases. Algunos creen que la isla no podría ser del todo segura ya que se desconoce que haya habido alguna descontaminación e incluso se rumorea que en algunos puntos de la isla podría haber bidones de gas enterrado. 

Publicado el 5 de agosto de 2015

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