Fatxes: La Historia más allá del Misterio

Fatxes pueblo abandonado, misterio, leyendas
Fotografía de Isabel Pagán

Enclavado entre las montañas del Baix Camp, en Tarragona, se encuentra Fatxes, un pueblo abandonado que parece haberse detenido en el tiempo. Sus casas de piedra, ahora silenciosas y vacías, guardan los ecos de una vida que se desvaneció lentamente, dejando tras de sí un halo de misterio y melancolía. Las grietas en las paredes, como cicatrices en la piel de un anciano, cuentan historias de inviernos crudos y veranos abrasadores.

Al igual que otros muchos pueblos de la España rural, Fatxes sufrió el éxodo hacia las ciudades en busca de nuevas oportunidades, pero su historia va más allá de una simple despoblación. Leyendas ancestrales, crímenes pasionales y proyectos utópicos se entrelazan en un relato fascinante que invita a adentrarse en un mundo donde la realidad se funde con la imaginación.

¿Te gustaría explorar Fatxes? A través de estas líneas, puedes realizar un viaje en el tiempo sin salir de donde estás, adentrándote en sus callejuelas desiertas y descubriendo los secretos que aún esconden sus paredes. ¿Qué secretos murmuran las piedras al caer la noche? ¿Qué sueños quedaron truncados entre estas ruinas?

Sumerge tus sentidos en este lugar y déjate llevar por la magia de un pasado que pervive en cada rincón.

La primera vez que visité Fatxes, sentí una extraña sensación de paz y a la vez de tristeza. Caminando por sus calles solitarias, no podía evitar imaginar la vida que alguna vez bullía en este lugar. ¿Qué habrá llevado a sus habitantes a abandonar sus hogares y sus recuerdos?

Un viaje por la historia

El nombre «Fatxes» proviene del mozárabe y significa «cara», una referencia directa a su ubicación privilegiada frente a la majestuosa zona montañosa de Vandellós, en la provincia de Tarragona. Este curioso topónimo ha llegado hasta nuestros días, y en catalán se pronuncia «Fatges», lo que añade una nota distintiva a la identidad local de este pequeño pueblo con una historia tan arraigada en la tradición.

Uno de los primeros testimonios escritos que mencionan a Fatxes lo encontramos en una crónica de 1921, publicada en el Diario de Valencia. En ella, se hace referencia a unos estudios prehistóricos que mencionan la existencia de un poblado íbero, además de hallazgos aún más antiguos, vestigios prehistóricos que, según los investigadores de la época, podrían haber dado origen tanto al nombre de Fatxes como al de Vandellós. Estas conexiones ancestrales dotan a la zona de un valor histórico y arqueológico que sigue intrigando a expertos y curiosos por igual.

A lo largo de su historia, Fatxes se caracterizó por ser un pueblo de reducida población. En el año 1818, apenas contaba con 33 habitantes. Para finales del siglo XIX, en el censo de 1900, esta cifra había aumentado a 77 personas, lo que refleja un crecimiento moderado y constante. Sin embargo, la tranquilidad del lugar y la dureza de las condiciones de vida hicieron que, a partir de pricipios del siglo XX, la población empezara a declinar notablemente. Para 1950, Fatxes había quedado casi despoblado, con tan solo 10 habitantes resistiendo en sus montañas.

No se debe pensar que este drástico descenso poblacional obedece a fenómenos misteriosos o trágicos. La razón fue más bien práctica: la migración de sus habitantes hacia núcleos más accesibles, como Vandellós. La vida en Fatxes era extremadamente difícil, y muchos optaron por mudarse en busca de mejores oportunidades. Las condiciones eran duras, en especial debido a su ubicación montañosa. No disponían de agua corriente en sus casas; el agua provenía únicamente de la fuente situada en la plaza del pueblo, donde los vecinos lavaban su ropa y regaban sus cultivos, principalmente de avellanos. Tampoco tenían acceso a la electricidad, lo que hacía que los inviernos fueran especialmente severos. Cuando caían las primeras nevadas, las condiciones empeoraban considerablemente. El acceso al pueblo, a través de la actual carretera C-44, que no fue licitada hasta 1933 para acondicionarla, se volvía prácticamente intransitable, aislando a Fatxes y dificultando la llegada de víveres, así como la posibilidad de que los niños asistieran a la escuela.

Esta precariedad impulsó a la mayoría de los habitantes a buscar un futuro más prometedor en otras localidades cercanas. Pero a pesar de todo, Fatxes nunca quedó completamente abandonado. Algunos de sus antiguos vecinos decidieron no cortar todos los lazos con su lugar de origen. Muchos optaron por alquilar pisos en Vandellós, mientras seguían manteniendo sus casas en Fatxes, ya fuera para conservar sus cultivos o simplemente como un refugio de verano, un testimonio vivo de su conexión con la tierra de sus ancestros. A día de hoy, Fatxes está abandonado, aunque algunas de sus casas se mantienen como almacén o refugio para los «pagesos» que aún cultivan las tierras circundantes.

Así, Fatxes sigue siendo un testimonio silencioso de una época en la que la vida rural, aunque difícil, estaba impregnada de una profunda comunión con la naturaleza y una tenacidad indomable frente a las adversidades del entorno. Un pequeño pueblo que, aunque abandonado, sigue resonando en la historia de sus antiguos habitantes y en las memorias de quienes alguna vez lo llamaron hogar.

Sus leyendas: los “misterios” de Fatxes

Fatxes, al igual que muchas otras localidades del Baix Camp, está envuelto en un halo de misterio, alimentado por las leyendas que se han transmitido de generación en generación. Desde los antiguos relatos de brujas que supuestamente habitaron en sus montañas hasta crímenes «no del todo bien contados», las historias que rodean al pueblo han perdurado en el imaginario popular. En tiempos más recientes, se han sumado leyendas modernas, como las de extrañas apariciones en las solitarias carreteras que cruzan la región, aumentando aún más la fascinación por este rincón apartado.

El Baix Camp ha sido siempre una tierra fértil para el surgimiento de mitos. Uno de los relatos más conocidos en la comarca es el de los «Dips», aquellos misteriosos perros vampiros que, según la tradición, acechaban a los habitantes de Pradip, un pueblo cercano. Se decía que estos canes espectrales recorrían los caminos de noche, extendiendo el terror por los alrededores. Con semejante telón de fondo, no sorprende que Fatxes también quedara impregnado por las leyendas de la región.

Sin embargo, cuando se investiga con más detalle, gran parte de los relatos sobre Fatxes carecen de una base real. Si bien es cierto que Fatxes fue escenario de dos trágicos sucesos, estos han sido distorsionados por pseudoinvestigadores y buscadores de lo paranormal, quienes han creado relatos exagerados y poco precisos. Estos personajes han contribuido a difundir versiones sensacionalistas de los hechos, en las que lo sobrenatural toma protagonismo, desviándose de la realidad histórica.

Un ejemplo de esto es la leyenda de una bruja que, según cuentan los más ancianos, vivió en Fatxes durante el siglo XIX. Se dice que esta mujer, conocida por su apariencia extraña y sus comportamientos inusuales, fue acusada de lanzar maldiciones y provocar desgracias en el pueblo. No obstante, al indagar en los archivos históricos, no se encuentran pruebas que confirmen la existencia de esta figura, lo que sugiere que esta historia pudo haberse creado para explicar las dificultades que enfrentaban los habitantes en un lugar tan inhóspito.

Otra leyenda moderna, popular entre los conductores que recorren la carretera que une Fatxes con Vandellós, es la aparición de una figura espectral. Varios testimonios coinciden en haber visto, en las noches más oscuras, a una mujer vestida de blanco que se aparece en medio del camino para luego desvanecerse sin dejar rastro. Aunque este tipo de relatos son comunes en zonas rurales y montañosas, en Fatxes han cobrado especial notoriedad, en parte gracias a los pseudoinvestigadores que alimentan estas historias.

Pese a la fascinación por lo paranormal que rodea al pueblo, los conocedores de su verdadera historia saben que la realidad de Fatxes es más bien la de un lugar marcado por las duras condiciones de vida. A lo largo de su historia, el pueblo ha sido un reflejo de la lucha de sus habitantes contra las adversidades naturales: sin agua corriente, sin electricidad y con inviernos implacables que dejaban al pueblo aislado. Las historias más auténticas de Fatxes no están llenas de fantasmas ni seres sobrenaturales, sino de la resiliencia de quienes lo habitaron.

Así, aunque las leyendas continúan nutriendo la curiosidad de visitantes y entusiastas de lo paranormal, Fatxes sigue siendo, ante todo, un lugar donde la historia y la realidad rural se entrelazan. Las distorsiones creadas por los pseudoinvestigadores no logran borrar la verdadera esencia del pueblo: un testimonio de una época en la que el desafío era simplemente sobrevivir. Las leyendas, con todo su encanto, no hacen más que agregar un toque de misterio a un lugar que, en su esencia, siempre ha estado marcado por la lucha y la perseverancia.

la casa del japo
Fotografía de Isabel Pagán

Crónicas de los asesinatos: tragedias en Fatxes

El pequeño pueblo de Fatxes no solo ha sido escenario de leyendas y relatos misteriosos, sino también de hechos trágicos que marcaron su historia. En el libro Pobles Abandonats, una obra que recoge testimonios de habitantes de pueblos deshabitados, se dedica un capítulo completo a Fatxes bajo el título «Fatxes, sang al Coll de Fatxes». Este apartado narra un doloroso suceso ocurrido en 1950, que conmocionó profundamente a la población y cuyos ecos aún resuenan en las historias locales.

La tragedia comenzó cuando un vecino fue testigo del terrible acto perpetrado por Jaume de Cal Tabà, un hombre de carácter reservado que, cegado por los celos, cometió un triple asesinato. Jaume, quien había pasado un tiempo trabajando en Francia, regresó al pueblo solo para descubrir que sus padres habían decidido dejar todas sus propiedades a su hermana menor, quien estaba a punto de contraer matrimonio. Este hecho desató en él una furia incontrolable que lo llevó a asesinar a su propia hermana y a sus padres.

Tras el crimen, Jaume huyó a la montaña, donde se escondió en la Cova de Marcó, armado con una escopeta, y durante días fue buscado incansablemente por la Guardia Civil. Finalmente, no fueron las autoridades quienes dieron con su paradero, sino un pastor local que lo encontró sin vida en el interior de la cueva. Este trágico suceso dejó una cicatriz profunda en el pueblo y alimentó el aura de misterio que rodea a Fatxes.

Apenas unos años después, en septiembre de 1962, la pequeña comunidad fue sacudida por un segundo hecho fatídico. Esta vez, el protagonista fue Sebastián Godoy, un temporero andaluz que trabajaba recogiendo avellanas en la región. Consumido por la ira y los celos, Godoy decidió terminar con la vida de su esposa Laureana, a quien acusaba de infidelidad. Tras cometer el crimen, consciente de la gravedad de su acto, fue arrestado y llevado a las dependencias del ayuntamiento de Vandellós, donde confesó su delito ante el juez.

Estos dos episodios oscuros de la historia de Fatxes han sido objeto de múltiples interpretaciones, y al igual que en otros aspectos de la vida del pueblo, no han estado exentos de distorsiones y exageraciones. Si bien es cierto que Fatxes fue escenario de dos trágicos sucesos, éstos han sido distorsionados por pseudoinvestigadores y buscadores de lo paranormal, quienes han creado relatos exagerados y poco precisos. Estas tragedias, ya de por sí dolorosas y perturbadoras, han sido infladas con elementos fantásticos que no hacen justicia a los hechos tal como ocurrieron.

En lugar de tratar estos asesinatos como lo que realmente fueron —dos episodios violentos nacidos de la desesperación y los celos—, algunos han preferido envolverlos en un aura de misterio que poco tiene que ver con la realidad. Pero más allá de cualquier reinterpretación sensacionalista, lo que perdura es el recuerdo de dos tragedias humanas que marcaron la historia de Fatxes, dejando una huella imborrable en la memoria de los que aún recuerdan estos tiempos oscuros.

Así, las crónicas de estos asesinatos forman parte integral de la narrativa de un pueblo que, aunque pequeño y abandonado, ha vivido momentos intensamente dramáticos. Estos sucesos, aunque distorsionados por algunos, son un recordatorio de que, en ocasiones, la realidad puede ser tan impactante como cualquier leyenda.

Nueva etapa para recuperar el pueblo: el sueño que casi fue

En el año 2001, el pequeño y olvidado pueblo de Fatxes despertó nuevamente al interés internacional gracias a la visión de Masayuki Irie, un renombrado arquitecto japonés y catedrático de la Universidad de Waseda de Tokio. Irie, un apasionado admirador de la obra de Antoni Gaudí, vio en este rincón del Baix Camp una oportunidad única: su ambicioso proyecto consistía en restaurar los edificios del pueblo, dotándolos de un estilo inspirado en el genio modernista catalán, pero sin perder de vista la historia y las tradiciones locales que daban carácter a Fatxes.

El plan no era solo una mera rehabilitación arquitectónica, sino una auténtica transformación que buscaba convertir a Fatxes en un referente mundial de arquitectura y cultura. Irie imaginaba un centro de interpretación que atrajera a visitantes de todo el mundo, mientras que una de las casas del pueblo, restaurada con esmero, se convertiría en un hotel rural, ofreciendo a los huéspedes la posibilidad de sumergirse en la belleza y serenidad del entorno montañoso, combinado con la inspiración artística de Gaudí.

Este proyecto contaba con un respaldo financiero significativo. Tanto los gobiernos japonés y catalán como los ayuntamientos de la región se mostraron dispuestos a colaborar para llevar a cabo esta ambiciosa iniciativa. Las expectativas eran altas, y el futuro de Fatxes parecía estar al borde de un renacimiento histórico.

Sin embargo, la tragedia golpeó a Japón de manera devastadora en 2011. El terremoto y posterior tsunami que afectaron al país, junto con la catástrofe nuclear de Fukushima, obligaron al gobierno japonés a redirigir sus recursos hacia la recuperación y reconstrucción interna. Las prioridades cambiaron de forma inevitable, y los fondos que estaban destinados a proyectos como el de Fatxes se vieron reasignados a la emergencia nacional. El sueño de transformar este pequeño pueblo en un emblema de la arquitectura mundial tuvo que detenerse.

A pesar de este revés, no todo se perdió. Uno de los principales logros del proyecto fue la restauración de Cal Roquer, una de las casas más emblemáticas de Fatxes. Esta rehabilitación, aunque no cumplió con todas las expectativas iniciales, representa un testimonio de lo que pudo haber sido y es hoy uno de los pocos vestigios de este intento por devolver al pueblo su antiguo esplendor.

La historia de este proyecto inconcluso sigue viva en la memoria de aquellos que participaron y de los habitantes de la zona que vieron en él una oportunidad de revitalización. Aunque el destino quiso que Fatxes no se convirtiera en el referente internacional que Irie había imaginado, el legado de esta iniciativa aún puede inspirar futuros intentos por recuperar el pueblo.

La historia de Fatxes, un lugar marcado por la dureza de la vida rural y la disminución progresiva de su población, ha estado siempre vinculada a la lucha por su supervivencia. Este proyecto fallido es solo un capítulo más en esa narrativa, pero deja abierta la posibilidad de que, algún día, la recuperación de Fatxes se haga realidad, continuando la labor iniciada y trayendo a este rincón olvidado de Tarragona una nueva etapa de esplendor.

Bibliografía

  • OnCat Joan Coromines, Volum IV Pàgina 199 Columna a Linea 57

  • Diario La Correspondencia de Valencia: 10 de Noviembre 1921.

Publicado el 5 de octubre de 2024

Licencia de Creative Commons

Esta obra, cuyos autorores son Isabel Pagán y Enrique Soler de Infinity Investigación y Divulgación, está bajo una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.